martes, 26 de octubre de 2010

La Diosa está de Fiesta!



Cumplir años me moviliza mucho. En muchos sentidos.
Hoy ya tengo 22 años, y siento que es un buen día para hacer borrones y cuentas nuevas. Sobre todo cuando el regalo de mi familia fue un celular nuevo. Ustedes se preguntaran que tiene que ver en todo esto, y la respuesta es sencilla.
Mi viejo y querido celular, guarda demasiadas historias en su memoria. Muchos mensajes, bastantes llamadas y algunas fotos que quedaran para siempre en mi. Pero sobre todas las cosas, me recuerda a aquella primer conversación que tuve con mi gran amor Facundo. Nuestros celulares de alguna forma nos unió, será lo que hoy nos separe?
La verdad es que no lo sé, pero de algo estoy segura...

...ya no tengo miedo.


El sábado los espero a todos en Crow's!! pepepepepe ♪ !

lunes, 18 de octubre de 2010

Here with me

Cuando yo tenía 13 años, lo más común entre las chicas de mi edad, era que te gustara Britney Spears, Cristina Aguilera o cantantes de ese estilo. La verdad era que a mi me gustaba Dido. Sin embargo, no podía juntar fotos de revistas porque nunca salía. Tampoco podía cantar las canciones con mis amigas, ya que ninguna la conocía. Y los videos apenas si los pasaban por MTV.
Pero el día que mi amor platónico del colegio, cumplió sus 14 años, las cosas cambiaron. Mientras buscaba música para pedirle al que hacía de DJ, encontré un CD de Dido. Entonces fui corriendo a preguntarle al cumpleañero de dónde había salido.
- Es mio. - me dijo. - Me lo compré porque me gusta. La conocí por la canción que hizo con Eminem y de ahí empecé a escucharla.
Para mi fue como una señal del destino, y a partir de ese día, mi amor platónico se convirtió en el hombre ideal.
Ya sin tanto pudor, me compré el CD y luego con la era de la descargas por internet, me bajé toda su discografía, aunque para ese entonces, Dido ya era mas conocida.
Tiempo mas tarde, cuando cumplí los 15 años e hice mi fiesta, no lo dudé: quise entrar con "Here with me", mi canción favorita.
Asique por todas esas razones, siempre me gustó Dido y en especial ésta canción. Claro que mucho mucho tiempo después, existiría otra razón que me haría amarla para siempre...

Facundo y yo estábamos sentados en la cama cuando nos miramos, y ya no hubo más nada que decir. Se acercó lentamente y empezó a besarme. Cerré los ojos y me dejé llevar. Me obligué a no pensar en nada, a solo sentir. A atesorar cada sensación, cada caricia, cada beso. A saber que cuando pasara el tiempo el recuerdo de esa mañana iba a estar guardado en mi corazón para siempre.
- ¿Hasta que hora como máximo podés quedarte? - me preguntó. Le dije y agarró su celular para poner la alarma. - Así no nos pasamos, ¿te parece?
Obvio que me parecía. ¿Acaso alguno de todos los chicos con los que pude habrer estado, se hubiera preocupado de esa manera? Estoy segura que no.
Volvió a besarme sobre la cama mientras me sacaba la ropa. No voy a mentir, de todos modos estaba nerviosa y tenía un millón de miedos, pero las ganas de estar con Facundo y de que me hiciera suya valían mucho mas. Por eso me dejé llevar, contuve mis inseguridades, mis vergüenzas y mis dolores. Solo dejé que él me mostrara el camino, que me enseñara. Dejé que hiciera lo que quisiera conmigo, y me entregué en cuerpo y alma. Después de todo el tiempo que lo conocía, tenía la confianza necesaria para hacer eso, cosa que nunca me había pasado con nadie. Además de, por supuesto, todo el amor que sentía por él. También sabía que él no sentía lo mismo que yo, pero estaba segura que me tenía un cariño especial y sincero, y con eso me bastaba. 
Facundo es serio, divertido, inteligente, creativo, bueno, pero también seco y a veces distante. Amante del cine y de los Simpsons. Escucha Los Piojos, Divididos, Madonna, Fito Paez y Molotov. Mira poca tele y juega mucho a la play. Le gusta el futbol y mantiene su auto, aunque sin la manía en que la mayoría de los hombres lo hacen. Tiene mil anécdotas para contar, y puede tener una conversación relacionada con cualquier tema. Le gusta ir al cine y a los recitales solo. Postula sus teorías y las mantiene a pesar de cualquier refutación. Es alto, delgado, blanco. No tiene problemas en usar pulseras o aritos. Odia la gente que tiene "uniformes de sábados". Ya sea por msn, facebook, o lo que sea, siempre escribe con acentos y nunca tiene una falta ortográfica. Lo echaron de un colegio y se fue de viaje de egresados dos veces. Siempre está dispuesto a ayudar si alguien necesita algo. Es la persona mas inexpresiva que jamás haya conocido. Le gusta tomar té de distintos sabores. Cocina, lava y plancha.
Todo eso es Facundo. Y por todo eso y muchísimas cosas más me enamora a cada segundo.
El instante de felicidad fue al rato de que sonara la alarma del celular. Era la hora, pero con un abrazo le demostré que no quería irme. Entonces sucedió. Perdí mi virginidad en el mismo momento que empezó a sonar ésta canción. Y estoy segura que no fue casualidad...


...porque siempre voy a llevarlo aquí, conmigo.

lunes, 11 de octubre de 2010

Brújula de amor

La veía a Marianela correr por Crow's como si fuera la última vez que iba a estar en ese lugar y a mi se me revolvía el estómago. Sencillamente por más que intentara hacer de cuenta que nada había pasado, por más que le había dicho que la perdonaba, la herida no había sanado.
Una nube de odio opacó mis sentimientos, y todo lo que Marianela hacía, decía o incluso hasta como se vestía, para mi estaba mal. Cuando me hablaba trataba de evitar sus ojos, porque si la miraba, la bronca y el dolor que sentía me hacían desviar los pensamientos y no podía responderle. Era conciente de que el hecho en sí no era tan grave, pero cuando algo se rompe, es difícil arreglarlo. Pero de algo estoy segura, intenté con todas mis fuerzas volver a recomponer mi relación con ella. Solo que no pude.
Esa noche, no había sentido ganas de salir desde que puse un pie fuera de mi casa. Pero ante la insistencia de Yanina y mi motivación por arreglar las cosas, soporté hasta las 5 de la mañana apoyada contra una barra y charlando con cualquier conocido que veía para distraerme.
- Damos unas vueltas mas y nos vamos Diosa, querés? - me preguntó Yanina al verme la cara de cansada.
- Si, dale. Como quieran.
Pero en el momento que me dejaron sola, entró en cuadro la persona que más necesitaba: Facundo.
- ¡Facu! - le dije sorprendida.
- ¿Qué hacés Diosa? - se acercó a saludarme.
- No te crucé en toda la noche, que raro!
- Es que recién entré. No están dejando entrar mas a nadie en realidad, pero el Pelado me hizo la pata. - me contó. El Pelado era el jefe de seguridad de Crow's.
- Ahh, que suerte!
- ¿Vos? ¿Todo bien? - me preguntó. Si tenía tiempo podía contarle muchas cosas y mil motivos, pero solo me limité a sonreirle.
- Sí, contenta porque aprobé todos los finales!
- Opa! Entonces hay que festejar! - se apoyó contra la barra y pidió. - Dos botellitas chicas de champagne. - Yo me sorprendí por varios motivos: no solo siempre me pregunta que quiero tomar, sino que nunca lo vi tomando champagne.
El barman le dió las botellas y brindamos. En ese instante volvieron Marianela y Yanina.
- Ahh, estabas bien acompañada! - me dijo Yani mientras se saludaban.
- Si querés podemos ir, Diosa - acotó Marianela. No sé que expresión habré puesto, pero Yani se apuró a responder.
- Ahora no! Dejemos que la Diosa se tome eso, y vos ayudame a encontrar al flaco ese de remera azul!! - y sin dejarla responder se la llevó dejándonos solos de nuevo.
Yo me sentía cansada. No toleraba seguir viendo mi vida pasar por adelante sin hacer absolutamente nada.
Lo miré a los ojos a Facundo y lo agarré de la cintura trayéndolo hacia mi. Él me abrazó y me dió un beso en el cachete.
- ¿Por qué? - le dije. Pregunta sin sentido, pero me salió decirle eso.
Sin embargo, sin responder, Facundo me comió la boca.
Y en ese instante todos mis problemas desaparecieron. Todas mis preocupaciones se esfumaron y mis dolores sanaron. Estaba donde más quería estar, con la persona que más quería. Porque más allá de todo, Facundo me hacía bien.
Nos quedamos una hora así, como solíamos hacer, acurrucados contra la barra. Facu le regaló una botellita al Pelado por dejarlo entrar y compartimos la otra.
Pero era la hora de cierre y en Crow's empezaron a "invitarnos a salir". Entonces aparecieron las chicas nuevamente. Yanina estaba alborotada y gritaba cosas.
- Diosa!! Nos vamos!! Chauuuu!! - exclamó mientras nos saludaba.
- ¿Qué? ¿A dónde? - pregunté confundida. - Yo me tengo que ir con ustedes!
- Nooo! Quedate!! - contestó segura. Y miró a Facundo. - ¿Vos la llevás, no?
- Si, no hay problema... - contestó. Pero que iba a contestar!
- Buenísimo! ¡Vamos Mari! - y por tercera vez, desaparecieron.
Cuando ya nadie quedaba dentro del bar, salimos. Facundo me llevaba de la mano, y yo me sentía orgullosa de eso. Incluso, cuando en la puerta me choqué con la última persona que quería ver.
- Hola. - Fue todo lo que me dijo Orlando cuando me vió de la mano de otro. Respondí el saludo y seguimos caminando. Decidí que no debía afectarme, y no sucedió. Facundo era mi escudo protector de todos los males.
Llegamos a la esquina y vimos a Marianela y Yanina sentadas en una parecita con dos ex compañeros nuestros del colegio.
- ¿Qué hacen acá? - pregunté.
- Esperando el remis. - me contestaron. Yo lo miré a Facundo sin saber que decir.
- Yo te llevo, si querés... 
- Bueno, dale!
Me acerqué a saludar, y cuando le di un beso a Yanina me dijo al oído:
- No seas boluda, hacé lo que tengas ganas de hacer...
La miré y en seguida nos entendimos.
- No sé, vamos a ver. - y volví a agarrar a Facu de la mano para seguir caminando.
Llegamos al auto y nos subimos. Puso música y arrancó a mi casa.
En ningún momento del viaje pasó algo fuera de lo habitual. Hablamos como siempre, nos reímos como siempre. Hasta que llegamos a la puerta y tuvo que detenerse.
Lo besé a modo de despedida y él detuvo el auto. Pasaron mínimo 5 temas, y nosotros sin poder despegarnos. Entoncés, pasó, como tantas veces...
- ¿Querés venir un rato a mi casa?
Hice un repaso mental de los pro y los contra. De los "tips" femeninos que hay que tener en cuenta. Vi el reloj, era tarde. ¿Y si mi abuela estaba despierta y había visto el auto detenerse?. Había mas contra que pros, pero ya no podía seguir buscando excusas.
- Como vos quieras... - le dije.
- Si te lo digo es porque quiero. Vos decime si querés...
- Y... cómo vos quieras, dale! - contesté lavándome las manos del asunto.
- ¿Decido yo? Listo. - y sin decir más nada, arrancó el auto y me llevó a su casa.
En el viaje me fue relatando por las casas de personas conocidas que ibamos pasando.
- Acá vive Carlos. - me dijo e hice una nota mental para recordarlo. Pero mientras cantábamos y conversábamos, una parte de mi cerebro no dejaba de maquinar y de elaborar suposiciones como suele hacer.
Llegamos y bajamos del auto. Abrió la reja y me dejó pasar primero. Abrió la puerta y volvió a ofrecerme el paso. Pero cuando me asomé, vi pasar por el rabillo del ojo a Lautaro y en seguida me frené.
- Mejor pasá vos primero. Es tu casa, me da cosa entrar a esta hora.
- No pasa nada! - dijo entrando. - Mis viejos duermen. A lo sumo estará Lautaro por ahí.
Claro, que no se dió cuenta que justamente ese era el problema. Pero por suerte su hermano menor se encerró en su cuarto y no salió mas. ¡Qué vergüenza!
- Subamos a mi guarida. - me dijo señalándome una escalera de esas que se ponen en los altillos. Decidí no decirle que las escaleras (especialmente las de ese tipo) me dan vértigo, y subí torpemente. Y por fin llegué a ese lugar donde tantas veces me había imaginado estar.
La habitación era un entrepiso chiquito, todo de madera y lleno de cosas desordenadas. Ropa en el piso, CD's por todos lados, instrumentos, y cosas inservibles. Un poster de los Simpsons en la pared, repisas llena de muñequitos y desodorantes, una tele colgando de una esquina, un escritorio con la PC, y un placard vacío.
- Como verás, toda mi ropa está para lavar. Por eso el placard está vacío. Y no te fijes en el desorden.
- Jaja, no hay problema. Estoy viendo la lámpara igual a la mia, como me habías contado...
- ¿Querés tomar algo? Bajo al baño.
- Un vaso de agua, por favor.
Y bajó dejándome sola. Me dediqué a analizar todo lo que veía. Buscaba algo que no supiera de él, pero por supuesto, no encontré. Todo lo que allí había, hablaba de él y de su persona. De sus gustos, de su caracter. Era sencillo, por mas que quisiera encontrarle la vuelta, Facundo era transparente.
- Tomá. - dijo alcanzándome el vaso cuando volvió. Tomé un poco y lo dejé arriba del escritorio. - Voy a poner un poco de música. - Y arrastró unos cuantos temas desde una carpeta, hasta el Winamp. Lo único que nos iluminaba era la pantalla de la PC.
Me senté en la cama y el hizo lo mismo a mi lado. Sin decir nada nos miramos...

...y así comenzó un momento que jamás en la vida podré olvidar.

lunes, 4 de octubre de 2010

Hole in my soul

Si había algo que no estaba preparada para saber, era lo que supe en ese momento.
Hacía un tiempo que me estaba cansando de las idas y venidas de Facundo. Enzo no hacía mas que confundirme. Y el resto de los hombres eran tan pasajeros que ni valía la pena tenerlos en cuenta.
Simplemente me sentía sola, poco deseada. Empezaban a surgir todos los complejos femeninos existentes, y sobre todo, me empezaba a carcomer la voz interior que me jugaba una mala pasada. ¿Algún día encontraría el momento y la persona para perder mi virginidad?. Siempre estuve convencida de que sí, que no debía forzar la situación. Sin embargo, por momentos tenía miedos. Y era en esos momentos, en los que estaba a punto de flaquear y caer en la tentación.
Sobre todo con personas como Orlando. Él sabía persuadir como nadie. Él tenía las armas. Él era un seductor nato. Y lo sabía.
Entonces, hablando con Marianela al día siguiente de mi última odisea, le confesé que estaba insegura de lo que había hecho. ¿Y si hubiera aprovechado la oportunidad? ¿Y si era esa una buena manera de sacarme el peso de encima, logrando exorcizarme de Facundo?.
Pero había algo que yo no sabía. Un motivo que de una extraña manera, se había presentado en mi el día anterior en forma de miedo y me había ayudado a no caer. Un motivo desconocido hasta que mi mejor amiga se dignó a hablar.
- No sé como decírtelo, Diosa.
- Me das miedo. Hablá ya, Mari.
- Prometeme que no te vas a enojar.
- ¿Podés hablar de una vez?
- Bueno, ¿viste el sábado pasado que vos no saliste para estudiar para Campo y yo fui a Crow's?
- Si.
- Bueno, ese día también fue Orlando.
- Si, me dijiste...¿Y?
- Nada...estuvimos hablando. Y Diosa te juro que no me pude contener!
- ¿De qué hablás Marianela?
- Me besó.
- ¡¿Qué?!
- Si, eso. Yo no quería decirtelo porque...
- No pará, pará, pará. ¿¿Estuviste con Orlando y no me contaste??
- Es que no sabía como decírtelo porque sabía que te ibas a enojar y...
- Y nada! ¡Me lo ocultaste! No te das una idea lo mal que me hace esto, Marianela.
Corté el teléfono y ni siquiera quise hablar con Yanina cuando me llamó. Ella tampoco sabía nada y estaba tan sorprendida como yo.
¿Era acaso posible sentir una desilusión tan grande en el pecho como la sentía en ese momento? Tenía ganas de llorar, de gritar, de romper algo. Pero solo puse música triste bien alta y me fui a dormir temprano.
Al día siguiente, se abría la inscripción para el segundo cuatrimestre en la facultad y nos levantamos temprano para evitar las colas que suelen hacerse. Me encontré con Marianela en el colectivo y estuvimos la mitad del viaje completamente en silencio.
- ¿No me pensás decir nada? - me dijo por fin.
- ¿Qué querés que te diga? - contesté sin cambiar mi expresión. No podía mirarla, no podía hablarle, tenía mucha impotencia.
- No sé, aunque sea gritame, pero decime algo.
- Estoy muy dolida, no te das una idea como me duele todo esto. ¿A vos te parece ocultarme algo así?
- Es que si te lo contaba te ibas a enojar. - se excusó.
- ¿Y acaso enterándome una semana después no me iba a enojar peor? ¿No se te ocurrió eso?
- Pasa que en el momento no supe como decírtelo, no me animé. Y después fue peor.
- Eso es porque sabías que estaba mal lo que hiciste, sino no hubieras tenido problema en venir a decírmelo.
- Yo no pienso que está mal lo que hice.
- ¿Me estás cargando? - le dije no pudiendo creer lo que oía. - ¡Con mas razón! Si para vos estaba genial, me lo hubieras dicho!
- No podía!! No me niegues que te ibas a enojar como cuando te enojaste por lo de Gabriel!
- No me enojé por Gabriel, no me enojo por Orlando...me enojo con vos! Por las cosas que hacés...porque me ocultaste algo que merecía saber.
- Lo que pasa es que vos te creés que todos los hombres que te gustan son tuyos y nadie los puede tocar.
Tragué saliva y me mordí los labios para no decir palabras que no debía. Lo que acababa de escuchar era demasiado para mi. ¿Estaba hablando con una desconocida? No, era mi mejor amiga. 
- Mirá Marianela, si yo me creo dueña de los hombres, en todo caso es problema mio. Si yo me enojo por eso, la boluda seré yo. Pero acá hay otra cosa en juego. Vos me ocultaste una verdad que como amiga, tenías el deber de decirme. ¿Acaso no te das cuenta lo difícil que se me hace poder abrirme a una persona? Me escuchaste angustiarme miles de veces por eso, lo sabés perfectamente. Y también sabías que estaba dispuesta a hacerlo con Orlando. De hecho, sin saber lo que había pasado entre ustedes, estuve a punto de tener relaciones con él. De tener mi primera vez con un pibe que le da igual si soy yo, vos, Yani o la vecina de la esquina. Y vos lo sabías y no fuiste capaz de alertarme. Disculpame si te ofende lo que te digo, pero eso no se hace.
- No sabía que ibas a llegar tan lejos.
- Cuando el sábado te dije que me iba con él que pensabas? ¿Qué íbamos a mirar la tele?
- Ya te dije, tampoco es que me besé a Facundo! Es Orlando. Las tres estábamos muertas con él cuando lo conocimos.
- Por empezar que yo lo conocí mucho antes que ustedes, pero eso no importa. Desde el día que él vino a mi casa y pasó lo que pasó, supuse que ustedes se abrían como pasa siempre. Pero fuera de todo eso, que son boludeces, vos en vez de abrirme los ojos me alentabas para que lo busque! Cuando me dijo que se peleó con la novia me viniste a decir que aprovechara!!! ¿¿Qué aprovechara qué?? ¿Por qué no me avisaste que a él le daba igual?
- Por que sabía que te ibas a poner así, que te ibas a enojar. Porque ya te dije, los que te gustan a vos son intocables...
- Está bien, tratame de egoísta, ya está. No me quiero pelear con vos, pero quiero que sepas que me duele mucho todo esto.
Llegamos a la facultad y bajamos del colectivo. Nos anotamos en silencio, y gracias a Dios llegó Yanina para cortar el aire espeso del ambiente.
Para completar el cartón del bingo, a la nochecita me habló Orlando por msn.

Orlando dice:
Hola Diosa, cómo va?
LaDiosa dice:
Hola, todo bien
Orlando dice:
te quería pedir disculpas por lo de Mari, si te enojó
LaDiosa dice:
nah, vos no me tenés que pedir disculpas de nada. Cada uno hace lo que quiere, no?
Orlando dice:
si, que se yo. Te decía nomás porque no quería que haya caras de orto en la facu, un bajón
LaDiosa dice:
sería muy pelotuda si hago una cosa así. Después de todo nadie tiene que darle explicaciones a nadie. Pero me hubiera gustado saberlo, no te lo voy a negar.
Orlando dice:
obvio. Pero yo no era el indicado para decírtelo
LaDiosa dice:
seguro, por eso no tengo motivos para enojarme con vos...creo.

Pero quizás si tenía un motivo para enojarme. ¿O para agradecerle?. Me había ayudado a descubrir quién era realmente Marianela. Yo confiaba ciegamente en ella, era capaz de poner las manos en el fuego por su amistad y su confianza. Y me había traicionado. La mentira y la traición ahora rondaban el ambiente. ¿Cómo volver a confiar en ella?. ¿Cómo volver a mirarla a los ojos?. Pasó una semana, y yo no podía hablarle normalmente. Por su parte, era como si nada hubiera pasado y a mi se me clavaban puñales en el pecho cada vez que recordaba lo que había pasado.
- Yo no puedo tomar partido por algo que no me afecta. - me dijo Yanina. - Pero fue muy boluda con lo que hizo. Se equivocó feo. Pero no creo que lo haya hecho de mala, sabés que Mari es así de boluda a veces.
Y todas esas veces la entendía. Pero no está vez, no con nuestra amistad. Quebró una regla sagrada, y yo sabía que iba a ser casi imposible de repararlo.
Pasaron los días y decidimos salir de nuevo las tres, "borrón y cuanta nueva" me dijo Yani. Yo no paraba de estar a la defensiva. Todavía tenía la desilusión a flor de piel. Estaba cansada de llevarme sorpresas, de que nunca lo que brillara fuera oro.
No solo había perdido la amistad mas pura y sincera que tenía, sino las ilusiones que me había hecho con Orlando, se las había llevado la primer brisa que pasó. ¿Y ahora? ¿A qué debía aferrarme? ¿Acaso debía empezar de cero? ¿Cuánto tiempo me llevería recuperarme como mujer, como amiga?
Pero cuando pensaba que ya nada me quedaba, él se encargó de recordarme que siempre iba a estar ahí. Involuntariamente, siempre me salvaba. Porque aunque nunca se lo propusiera, tenía ese don de llegar justo en los momentos mas críticos.
Fue así que cuando más lo necesitaba,

...Facundo me demostró, una vez mas, que al final del camino siempre hay luz.