domingo, 19 de junio de 2011

Nobody wants to be lonely

Como ya les dije, que Martín luciera un hermoso anillo de compromiso en su mano no había cambiado demasiado las cosas. A pesar de que después de esa conversación y posterior beso nunca volvió a sugerir nada de ese estilo, era evidente que un año después, algo entre nosotros quedaba.
En cada receso de nuestras clases en la facu, íbamos a un kiosco - librería de al lado a tomar un café con algún tostado y a hablar con Marta, la empleada, que nos trataba de mil maravillas.
- ¡Chicos! Vinieron tarde hoy... - Preguntó sorprendida mientras preparaba un sandwich completo. Marta estaba en sus sesenta. Era petisa, de pelo castaño, con anteojos y varias arrugas. Voz ronca y a veces mal hablada, pero conocía a todos alumnos de la Universidad.
- Si, es que el profesor no quiso cortar un tema y corrió el recreo para más tarde. - contestó Tomi mientras le pagaba el pebete para empezar a devorarlo. 
El kiosco vive lleno de universitarios. La mayoría de los profesores hacen el corte a la misma hora, y Marta tiene que correr de un lado a otro, para llegar a atender a todos en los escasos 20 minutos (que siempre termina extendiéndose al doble, dependiendo la flexibilidad del profesor).
Ese día, nosotros habíamos llegado cuando todos ya se habían ido.
- Bien! Conseguimos sillas hoy! - festejó Marcelo. Pudimos ocuparlas todas, salvo una dónde había tres chicos.
- ¡Ah! - gritó de golpe Marta mientras nos alcanzaba las servilletas. - ¿Cómo les fue ayer que estaban tan nerviosos?
- No sabemos. O muy bien, o muy mal. Son de esos parciales que todo depende del profesor. - contestó Martín.
- Estudian sistemas. - Comentó Marta a uno de los chicos de la otra mesa. - Pobres, no sabés como les dan! Ellos vienen y me cuentan como ustedes, viste? 
El chico asintió sonriendo. Era alto, delgado, barba crecida, rubio de ojos marrones y con algunos rulos. Mientras Martín, Marcelo, Tomi y Emi se sentaban a comer sus sandwich, yo me acerqué al mostrador de Marta.
- Ah Diosita! Si usas perfume para la ropa, acá uno de los chicos vende. Asíque me avisas que yo le encargo, viste. Son muy ricos, ahora te traigo para que pruebes. - dijo mientras desaparecía atrás de la cortina que separaba la cocina del mostrador. - ¡Es ese chico que está sentado allá! - gritó.
Instintivamente giré la cabeza y me encontré con la mirada del rubio. Él se sonrío y me dijo:
- Le traje un par...cualquier cosa ya sabés, le decís a ella o sino yo siempre ando por acá.
Antes de que pudiera responder, Marta volvió con una muestrita. Era rico.
- Viste Mariano como te hago publicidad, no? 
- Si! Gracias Marta! Sos una genia!!
Pero entró gente al kiosco y desapareció por la otra puerta. El rubio, llamado Mariano evidentemente, parecía muy simpático, y se quedó hablándome sobre la facultad. Por eso no me di cuenta que ya era la hora de volver a clase.
- Diosa, ¿cómo era lo que dijo el de Planificación el otro día? - gritó Martín desde la otra punta del kiosco, pretendiendo interrumpir mi conversación. Yo me hice la sorda, y seguí con la charla.
- ¿Y por qué elegiste esa carrera? - me preguntaba Mariano. Entonces proseguí a contarle esa parte de mi historia. Pero Martín insistía.
- Diosa, ¿me escuchás? ¿Te acordás lo que dijo el profesor el martes? Que nos reímos tanto!...
Ya era más que evidente que debía responder. Me di vuelta y le hice una seña de desconocimiento. Acto seguido, continué mi relato.
- Pero si! ¿Sabés lo que digo? Lo que le dijo al gordito, de que no sabía para que estaba en la facultad si era tan desastroso. Fue tan gracioso! 
Martín ahora estaba al lado mio y trataba a toda costa incluirme en la conversación junto a Marcelo.
- No me acuerdo Martín, no sería tan importante porque creo que ya me olvidé.
- Uh, bueno. Es hora de volver ya! ¿Vamos chicos?
¡¡Desde cuando tanto interés en volver!! En ese instante lo odié. Se iban todos, por lo que no tuve opción. Lo saludé a Mariano y me fui atrás de ellos.
- Sos copado eh! - le comenté mientras caminábamos.
- ¿Por? - se hizo el desentendido.
- Estaba ahí chamuyando y vos interrumpiendo cada dos segundos.
- ¿Dónde? ¿En lo de Marta? ¿Con ese cara de poker?
- Si, ese cara de poker pero copado.
- Ahh y yo que sabía tonta! Me hubieras dicho...
- Claro, te decía "No Martin, no quiero contar esa anécdota porque me estoy chamuyando al rubio"...¡como no me di cuenta!
- Jaja! No así, pero una seña al menos! Perdón! Igual no te perdiste de mucho, tenía una cara de gil...!
- Para mi no era feo y muy simpático.
- Buen, para mi tenía cara de gil, y no quiero que estés con un nabo, Diosa.
- En todo caso eso lo decido yo - contesté ya cansada mientras entraba al aula.
Mariano siguió saludándome durante todo el año cada vez que nos cruzábamos en los pasillos o en el kiosco de Marta. Estudiaba diseño, pero no sé si ahora dejó o se recibió, porque ya no lo veo más. 
Lo más interesante de todo esto, fue que era muy notorio que Martín quería seguir ocupando su lugar en la historia. El no tenía intensiones de desaparecer a pesar de su compromiso y de que evidentemente nada más podía pasar entre nosotros. 
Pero a partir de ese día las cosas cambiaron. Quizás yo dejé de darle importancia. Quizás él se convenció. Pero poco a poco la relación se fue secando y paulatinamente dejamos de hablarnos.



Ese viernes, después de clase, fui a cenar a un caro restaurant de la zona junto a Emi, Tomi y Orlando. Comimos mariscos y un super panqueque con dulce de leche de postre. 
Intenté actuar de forma natural delante de Orlando, pero esa sonrisa Colgate aún seguía teniendo efectos en mi. Sobre todo cuando salimos y nos contó que se iba a encontrar con una chica. Admito que me afectó mas de la cuenta.

Pero la mayor sorpresa me la llevé la semana siguiente. Subiendo las escaleras de la facultad junto a Yanina, nos cruzamos un grupo de estudiantes de psicología.
- ...entonces yo le dije, viste, que yo iba a hacer mi trabajo. No voy a sacarle las papas del fuego todos los días.
- Yani! Mirá... - la interrumpí para señalarle disimuladamente a un pelilargo que pasó al lado mio clavándome la mirada.
- ¿Qué tiene?
- ¿No te hizo acordar a nadie? - le pregunté cuando ya se había alejado.
- mmmm, no me doy cuenta.
- ¡Igualito a Enzo era!
- ¡Nada que ver! Ah! Hablando de Enzo... estoy hablando de nuevo con él. - sentenció de golpe.
Disimulé mi sorpresa de la mejor manera que pude. Sin dejar de mirar el suelo emití un sonido  mientras me preparaba para seguir escuchando lo que seguía.
- Ah si? ¿Y que onda?
- Bien, por ahora hablamos tranquilos, no me tiró ningún palo de los que suele tirar él, viste? - "Sí, se perfectamente de lo que me hablás" pensaba por dentro. Sin embargo solo asentí con la cabeza.
- Ajam...
- Y resulta que nos dimos cuenta que trabajamos re cerca! A poquitas cuadras...
- Ah, mirá vos! - contesté permitiéndome dejar ver un poco mas la sorpresa que tenía en mi interior. A pesar de que lo único que tenía ganas de hacer era putear. Mucho.
- Entonces quedamos en ir a almorzar uno de estos días. Íbamos a ir hoy pero se me complicó con esto del laburo el horario del almuerzo, viste que te conté?
- Claro... - No voy a mentir, a esa altura la bronca me brotaba por los poros. Sin embargo, necesitaba saber más. - ¿Pero vos querés volver a algo con él? - pregunté como pude.
- No sé, viste como es Enzo, y sabés como soy yo. No me muero de ganas de nada, pero no hay otra cosa, entonces bueno, ¡es lo que hay Diosa!
Era la respuesta que sabía que iba a escuchar. 
- ¿Entendes lo que te digo? - le contaba por teléfono más tarde a Mecha. - Yo sé que es lo que pasa acá. Yanina le da bola porque Enzo es el único boludo que hay en el menú ahora, y él se debe de re pensar que se van a casar, que van a poder reconciliarse. ¡Se va a llevar un fiasco!
- Mejor Diosa, se lo merece! Él se hizo el idiota con vos...ahora que Yani le pague con la misma moneda...
- Si, ¿no?
- Si, totalmente. Cuando lo dejen pagando ahí vos vas a reírte. "El que ríe último..."
- Tenés razón. Pero...¿y si me equivoco? ¿Y si le sale bien y Yani se termina enganchando?
- No creo...te parece?
- No, no me parece. Pero uno nunca sabe...
- No te persigas Diosi, Enzo va a tomar de su propia medicina, vas a ver.
- Igual me da bronca. ¡Es un turro! Al final, claramente a mi me usó para darle celos a ella!!
- No pienses eso... Pero al menos quedate tranquila con una cosa: Yanina no sabe nada de lo que pasó entre ustedes.
- Si! Tenés razón! En ese sentido me quedo tranquila...

...aunque la idea de imaginarlos almorzando juntos me revolvía el estómago.

2 comentarios:

  1. Es complicado cuando entre amigas se entablan esas picas, por mas que una no quiera mezclar, se termina mezclando todo :/

    ResponderBorrar
  2. Pero dejalos que hagan su vida. Vos ya viste que el pibe no te resultó, quizás con Yani las cosas salgan de otra manera, nunca se sabe.
    Vos tenés que empezar a dejar a los hombres casados y/o mujeriegos y buscarte uno en serio. Como si fuese tan fácil :P jaja

    Besos Diosa!

    ResponderBorrar