viernes, 18 de diciembre de 2009

Germán y el Destino

De los 45 varones de la comisión, yo conocía a uno: Germán.
Cuando tenía 16 años solía ir a bailar a esos boliches de moda con mis amigas del colegio. Uno de esos sábados, estabamos todas en ronda bailando los típicos hits del verano. Al lado nuestro, bien pegado, una ronda de 5 chicos, nos relojeaban y se hablaban sin disimulo en el oído. Mínimo, habrán pasado 10 temas hasta que se animaron. Como quién no quiere la cosa y de una manera muy cassual, se metieron en el medio y cada uno sacó a bailar a una de las chicas. A mi me tocó el mas feo, aburrido y con menos swing. Después de las 5 preguntas de rigor (Nombre, edad, colegio, barrio y el infaltable "venis siempre acá?") por fin se deschabó:
-En realidad, a mi me gusta tu amiga... - confesó León
-¿Y por que estás bailando conmigo? - apunté mucho mas aliviada
-Porque no me animé a sacar a bailar a ella...entonces con mi amigo Germán - dijo señalando al que estaba al lado nuestro, bailando con mi amiga Carolina - nos pusimos de acuerdo y él la sacó a bailar a ella y yo a vos...porque él no se animaba con vos, entendes?
-Mmmseee... - contesté entendiendo que eran bastante lentos los pobres
Después de avivar a larguirucho, hicimos cambio de parejas. Bailé varios temas con Germán. Era alto, delgado, rubio de ojos claros, y algo fundamental: tenía muuchoo mas swing que León para bailar. Igual, era aburrido. Asique después de algunas señas con Caro, los dejamos bailando solos.
Meses mas tarde, en otro boliche de moda de la zona, se festejaba el día de la primavera. Lleno a mas no poder, caminaba con Carolina buscando al resto de mis amigas. De pronto, siento que alguien me agarra el brazo y me doy vuelta. Era León. Obviamente no lo reconocí, pero larguirucho se encargó de hacerme recordar todas mis salidas del año hasta llegar a la que aparecían los pobres aburridos. Por supuesto también estaba Germán, asique los 4 conversamos un rato, pero la multitud nos separó.
A la salida, ya de día, esperabamos el remis que nos llevara a casa. Germán volvió a aparecer.
-Me vas a dar tu mail? No creo que nos volvamos a encontrar de casualidad una vez mas
-Bueno, tenés para anotar?
-No, pero lo memorizo - y se lo dije mientras me subía al auto cual Cenicienta que sube a su carroza. Estaba 100% segura de que a esa hora y después de lo que seguramente había tomado, ni de casualidad iba a poder memorizar mi mail, que encima, no era fácil.
Al otro día, al iniciar sesión, un tal germanalgo@hotmail.com me agregó. Hablamos de muchas cosas y empezó a caerme mucho mejor.
Durante meses, hablamos todos los días, de todos los temas. Al msn, se le sumaron los mensajes de texto en las horas aburridas de clase. Yo ponía el celu en vibrador y lo dejaba en el banco, y mi compañera Mecha saltaba cada vez que sonaba.
Y llegó lo inevitable. Sabíamos que nos íbamos a volver a cruzar en algún boliche. Y sabíamos lo que íba a pasar...

...y pasó. O casi.

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